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El discurso del capitalismo
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16.02.2023
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El discurso del capitalismo

Marc Strauss

Conferencia pronunciada en el Instituto de Psicología de la Universidad de Sâo Paulo, Brasil, el 23 de abril de 2015

Traducción:  Eduardo Minesas – Forum Tel Aviv (IF-EPFCL)

Max Weber, en su conocida obra La ética del protestantismo, desarrolló la idea  que el protestantismo inventó la ganancia por la ganancia misma. Los protestantes, los seres más desprendidos del mundo, más que los católicos, eran los que, al mismo tiempo, más se preocupaban por tener éxito, incluido el éxito material. Pero, para los protestantes, no había lugar a “glorificarse” de su éxito. Se trataba del éxito al servicio de Dios, un éxito que era resultado de Dios, atribuido a Dios. En este sentido, el éxito y la sumisión a Dios eran equivalentes. Esta posición, por lo tanto, es efectivamente una ética. Ahora bien, el capitalismo viene de allí, pero no se ha limitado a ello. Fue necesario -para que el capitalismo se convierta en un discurso, un discurso diferente del discurso del Amo, del cual el protestantismo es una forma- que rompa sus relaciones con el discurso del Amo religioso para “casarse” con el discurso de la Ciencia. Por lo que concierne al discurso de la ciencia no es un suizo protestante el responsable, sino que puede considerarse a un católico francés, René Descartes, como tal.

Teoría de los discursos – El discurso capitalista

A partir del corte cartesiano -que ha abierto para los humanos la ciencia, la ciencia matemática- el placer de la ganancia se haya  al servicio de aquel que la produce, en esta lógica a la que podemos llamar puramente contable. Lacan lo dice muy explícitamente en su seminario El reverso del psicoanálisis -que es el seminario en el que propone esos cuatro discursos, antes de agregar el discurso del capitalista-. Pero en ese seminario habla ya del discurso del capitalista, del que dice -y será la única cita que haré- “la acumulación del capital procede de la impotencia a unir el plus de goce con la verdad del Amo, que adquiere de paso la ganancia”. Se trata de Lacan,  lo que exige ser comentado. El punto de partida de esta frase es que hay una impotencia en todo discurso, también en el discurso del Amo. La impotencia se trata más bien de una imposibilidad lógica. Es lo que representé en la pizarra por los trazos oblicuos, que separan los lugares de izquierda y derecha. Lo que caracteriza un discurso es que hay una relación que es imposible. Y el lazo entre aquellos que comparten ese  discurso consiste en que todos reconozcan esa imposibilidad. Obviamente, todo discurso se funda a partir del significante y de la articulación binaria entre dos significantes, S1 y S2. Pero esta binariedad implica una imposibilidad. En una pura lógica, Lacan desarrolló esto en sus detalles. La imposibilidad de confundir el 1 con el 2, es necesario que permanezcan disjuntos. Esta imposibilidad toma formas diferentes según los discursos. Y toma la forma de la impotencia en el discurso del Amo. Discurso del Amo que, como Lacan lo decía, ha sido el discurso dominante durante largo tiempo, a nivel social. Y el discurso del Amo es también para Lacan el discurso del inconsciente. Es el modo en el que inconscientemente nos situamos en el lenguaje, lo que conlleva un efecto de impotencia. La impotencia de poner en relación el plus de gozar con la verdad del Amo.

Objeto del fantasma – Plus de goce

El plus de gozar es lo que está escrito a la derecha abajo, la pequeña a. Es lo que el discurso produce como objeto. A nivel colectivo, es la producción por el esclavo del objeto, del objeto material. Esclavo que se convertirá más tarde en el obrero. A nivel inconsciente, el plus de gozar es lo que se denomina el objeto del fantasma. Objeto del fantasma que debe representar la satisfacción del sujeto. Es el modo por el cual un sujeto inconscientemente accede satisface su fantasma. Pero, justamente, la satisfacción del fantasma, a nivel inconsciente, no es la verdad del sujeto. Esto puede dar lugar a muchos desarrollos clínicos, pero, como todo el mundo lo sabe, sea cual sea, la satisfacción no es nunca absoluta. Existe siempre un resto, una falta que hace que el deseo no sea nunca saturado. Me retengo, por cuestiones de tiempo, de hablar, por ejemplo, de la anorexia. Lacan decía que el niño alimentado con el más grande amor el que rechaza lo que el otro le da. Ya que el sujeto del deseo, el anoréxico como referencia, no quiere que el objeto de su deseo sea reducido al alimento y no quiere que el otro del amor reduzca este amor al don del alimento. A esta interpretación precoz de Lacan de la anorexia responde una frase que supongo que muchos conocen, que se encuentra en el seminario XX del año 1972. Si retendréis esta frase ella ocupará largo tiempo vuestra reflexión: “te pido rechazar lo que te ofrezco, porque no es eso”. Es ésta una manera de aprehender el hiato existente entre el plus de gozar, que puede resumirse por “lo que te ofrezco” y la verdad del otro. La verdad es “no es eso”. Ahora bien, ¿qué es esto? El discurso del Amo se sostiene en el rechazo de esta pregunta. En el discurso del Amo hay un “es eso y eso alcanza, es suficiente”. A fin de que esto funcione, que los intercambios sociales se realicen y que cada uno encuentre su lugar en los intercambios, hay preguntas que no deben ser formuladas.

 El discurso de la histeria

Es allí que la histérica viene a perturbar el buen orden de funcionamiento. Lacan definió la histeria como el retorno de la verdad en una falla del saber. “Es eso y no otra cosa”. El Amo puede proferirlo, demandar incluso los servicios de la universidad para demostrarlo y es justamente ahí que la histérica va a llegar con sus convulsiones, para mostrar que “no es eso”.  Pero, el discurso del capitalista, no es la histeria. La histérica -Lacan ha suficientemente insistido en esto- se dirige a la insuficiencia del saber del Amo para que él haga “un pequeño esfuerzo para estar a la altura del lugar que es el suyo”, el de un Amo sin fallas y se pone con su síntoma a su servicio para consolidarlo, reforzarlo. Mientras que el discurso del capitalismo hace todo lo contrario. Dice que, efectivamente, hay un corte irremediable entre el más de gozar y la verdad. Y para decir esto, su posición se sostiene en la ciencia. Ya que es la ciencia la que ha tomado las cosas en sus manos al hablar de impotencia, diciendo que haciendo los esfuerzos necesarios y encontrando los cálculos adecuados, será posible producir un objeto que sería la verdad. Verdad de cálculo. De allí la expresión de Lacan respecto a la ciencia: “la ciencia forcluye al sujeto”. A fin de cuentas no se trata en la ciencia de verdad subjetiva sino de exactitud. De este modo lo humano se ve reducido a un organismo biológico, del que se trata de descubrir las leyes de funcionamiento. Es un debate absolutamente actual con las neurociencias. ¿Qué es un sujeto para las neurociencias? ¿Hay todavía lugar para un sujeto en las neurociencias? Es entonces, utilizando este discurso de la ciencia, que de una cierta forma resuelve evacuándola esta cuestión de la impotencia a unir el más de gozar con la verdad, es apoyándose sobre esta cuestión de la ciencia que el capitalismo deviene discurso. Lo interesante es que el psicoanálisis dice lo mismo que el discurso del capitalismo. Allí donde el Amo dice: -“no queremos saber nada del síntoma subjetivo”, donde la ciencia dice: -“¿Qué historia es ésta del síntoma subjetivo? Hay leyes físicas, químicas”, el capitalismo dice: -"en efecto, no hay lazo entre el objeto y la verdad", tal como lo afirman la ciencia y el psicoanálisis. Ya que el psicoanálisis lo dice también.

 El objeto para el psicoanálisis

El psicoanálisis dice que este objeto no existe materialmente, existe a partir de la construcción del lazo con el otro. No es un objeto material. Es un objeto sin substancia, pero, sin embargo, necesario. Necesario y llamado a existir por el lenguaje. Sin este objeto, al que Lacan denominó objeto pequeña a y del que ha dicho que es su única invención, sin este objeto no hay palabra que constituya un lazo con el otro que pueda sostenerse. Es un objeto, del que se dice sin substancia, el objeto que falta. Existe como ausente y obtiene representaciones en el fantasma, lo que Lacan llama en algún momento “substancias ocasionales”. Sin embargo, allí nos diferenciamos de la ciencia. Ciertamente, tal como lo hace la ciencia, tomando cuenta del  irremediable corte entre el más de gozar y la verdad -lo que es un paso adelante respecto al discurso del Amo, ya que el discurso del Amo no se sostiene sino por ocultar esta verdad. Es imposible interrogar ese hiato en el discurso del Amo, todo menos eso. La ciencia si lo hace y el psicoanálisis también. Tanto la ciencia como el psicoanálisis tienen en cuenta este hiato: el objeto no es la verdad. Allí donde el psicoanálisis y la ciencia se distinguen es en el hecho que la ciencia dice: -"este objeto que falta lo fabricaremos, todavía no lo hemos hecho pero ya lo lograremos". Mientras que el psicoanálisis dice: -"este objeto no tiene ninguna realidad substancial -y Lacan hace aquí un juego de palabras entre “moteriel” y “materiel”- (moteriel: neologismo inventado por Lacan que condensa los términos material y palabra (n. del t.).

La posición de Lacan, para quienes se interesan en la filosofía, siempre fue decir que el psicoanálisis es un realismo y no un idealismo, pero un realismo que se apoya sobre la “moterialié”, lo real del psicoanálisis es lo real del lenguaje, un lenguaje que tiene la propiedad de dividir cada ser parlante. Una división entre por una parte el sentido y por otra parte el goce (“sens-jouissance”). Y es esta división la que hace sentir la falta del objeto.

 Discurso y lazo social

Vuelvo ahora al discurso del capitalismo, tras haber señalado su comunidad con el discurso psicoanalítico. Lacan lo subrayó por sí mismo, diciendo que el discurso psicoanalítico nació al mismo tiempo que el discurso del capitalismo. En el discurso del capitalismo, entonces, lo que había sido anteriormente una ética, que integraba al sujeto a su comunidad, se transforma en una promesa de satisfacción inmediata, por la apropiación del objeto. Y esto transforma a cada uno en un individuo aislado. El individualismo es el régimen del discurso del capitalismo. A entender como un discurso sin lazo. Cada uno, en el discurso del capitalismo, no está realmente preocupado por mantener su lazo con los otros y, más allá de ello, con aquello que agrupa a unos y otros, su dios, sus principios, sus valores. Cada uno está aferrado a su relación con el objeto, el objeto provisto por la ciencia. Y Lacan llegó a llamar “gadgets” a estos objetos provistos por la ciencia. Y cada uno de nosotros conoce esa relación que mantenemos con esos objetos “gadgets”. Nadie puede arreglarse ya sin ellos. Pero hay otras consecuencias también. El hecho de que cada uno no está ya en relación con el otro hace que cada uno no es ya responsable sino de sí mismo. Diría, inclusive, que cada uno no es ya responsable sino de su propia imagen. Su imagen es su capital, su mercancía, lo que vende a su alrededor para poder subsistir como cuerpo, con más o menos felicidad. Esto es nuevo respecto a los discursos precedentes, ser responsable tan sólo de sí mismo. En el discurso del Amo, cada uno es responsable de la conducta de los otros. Freud hubiera dicho que cada uno es responsable de su hermano. El pacto debe ser reconocido, aceptado y respetado por todos. Y la falta de uno se convierte en la falta de todos. En todo caso, los otros deben, llegada la ocasión, ocuparse y corregir lo que ha sido mal hecho por uno. Se trata de una vieja historia. Enseguida tras el episodio de la manzana, la primera frase pronunciada es “-¿soy responsable de mi hermano?”. Y bien, sí. En el discurso tenemos responsabilidad por el otro. Ya que sin el otro no hay medio de constituir este objeto, objeto que nos permite sostenernos como sujeto. Evidentemente, la fraternidad tiene sus partes muy buenas, pero tiene también límites, e inclusive se define por esos límites.

 La segregación

Eso se denomina la segregación: hay hermanos y están aquellos que no son hermanos. Inclusive, el hermano es aquel del que no se puede decir que no es hermano, estamos obligados a decir de él que es hermano. Entonces -Lacan lo dice- los procesos de segregación han existido desde siempre, son consustanciales al discurso del Amo. Pero -y es ésta también una expresión de Lacan- el discurso del capitalista cambia algo de la segregación. Ya en 1967 -era en Europa, al comienzo de la creación del mercado común europeo, lo que ahora ya es un mercado globalizado- decía Lacan que los procesos de segregación iban a ser cada vez más duros. Es el grado de violencia de la segregación lo que cambia. La segregación es una forma de negociar las fronteras, decidir quién es y quién no es hermano. Y las relaciones de fuerza tienen su lugar en esto. Pero, estas relaciones de fuerza encuentran siempre un límite en las negociaciones y los pactos, inclusive si se trata de la guerra, la guerra tiene un fin, se concluye por un tratado de paz. En esto, Lacan tiene la audacia de utilizar como modelo de segregación, en el horizonte del discurso de la ciencia, los campos de concentración. Es el horizonte de la segregación, cuando se rechaza del otro hablante, el otro humano -no hay otra posible definición del ser humano que la de ser hablante- su condición de humano. Es reducir al otro a lo que es, a lo que es materialmente un cuerpo, un cuerpo que no tiene significación, que no tiene valor. Y Lacan llega a decir que el fenómeno de los campos de concentración fue un fenómeno precursor de lo que nos espera. Resumo entonces, el discurso del capitalista ha venido a decir a los seres hablante que disponen de mucho tiempo para constatar que no existe un padre válido. Freud mismo hizo su invención del psicoanálisis sobre este punto. El padre es un sueño del niño, una fabricación del niño para dar un sentido a su existencia. Pero es inútil sacrificarse por hacer existir un padre ideal, que no existe. El discurso del capitalismo viene a agregar que si no hay un padre que merezca un sacrificio, tampoco hay un hermano que lo merezca. Lo único que comparten finalmente los seres humanos es su destino mortal. Y, finalmente, la reducción de su valor, la reducción del valor de sus cuerpos a cero. Ningún valor mercantil al horizonte. Lacan también dice que con el discurso del capitalismo cada uno, cada sujeto es proletario. Y ha precisado que cada sujeto no dispone sino de su cuerpo para representarlo. Lo que significa justamente que no tiene lazo con los otros para sostenerse. El único valor se reduce al valor de su cuerpo y de la imagen de su cuerpo. Ahora bien, también aquí el discurso del psicoanálisis y el discurso del capitalismo se diferencian. Antes de esto, quiero señalar un punto en el que el discurso del psicoanálisis y el del capitalismo se reencuentran. También para el psicoanálisis el padre puede prescindir del sacrificio del hijo, el psicoanálisis no estimula el sacrificio y de una cierta manera podemos decir que la neurosis es un sacrificio al padre, al padre ideal, y que la neurosis intenta moderar ese llamado al sacrificio. Pero, para el psicoanálisis tampoco hay fraternidad, para el psicoanálisis la fraternidad es un fantasma. Existe una fraternidad de fantasma, eso sí. Hay fantasmas con los que uno se arregla mejor que con otros, pero, en el inconsciente, no hay fraternidad, cada uno está solo con su goce. Podemos decir, cargando un poco las tintas, que el goce es autista.

 Discurso del capitalismo – Discurso del psicoanalista

Dicho esto, el discurso del psicoanalista y del capitalismo se diferencian, ya que para el psicoanálisis no es a causa de que no haya hermano que no hay sujeto. Dicho de otro modo, mantener, cuidar su imagen y mantener, cuidar su fantasma no es lo mismo. Hay un punto en común: cuidar y hacer prosperar su fantasma es también cuidar y hacer prosperar su imagen. Cuidar la imagen de si mismo no es lo mismo que cuidar  la imagen que se tiene de la relación de sí mismo con otro. Es de este modo que Lacan definió el amor. Hay varias definiciones del amor, ésta dice que no estamos enamorados de la imagen del otro sino de la imagen que formamos con el otro. El amor no es sólo aquel a quien se ama sino la imagen que formamos con el otro. Como lo pueden ver, ya que el amor proviene del fantasma, en el amor se trata una vez más de comprometer su responsabilidad, comprendiendo también la responsabilidad por lo que hace el otro. Ya que el otro, una vez más, más allá de ser el partenaire del fantasma, es lo que queda de humanidad. Para permanecer todavía un poco en el psicoanálisis, insisto sobre el hecho de que no hay fraternidad en el inconsciente, pero, una de las ventajas de esto, ventaja política, es que tampoco hay, desde el punto de vista del psicoanálisis jerarquía, no hay jerarquía en el poder que cada uno tiene sobre su propio destino. Cada uno obedece a su inconsciente, cada uno es, más o menos, la marioneta de su inconsciente. Por lo tanto, nadie puede decirse amo de su destino más que otro. Inclusive los actores de la historia, tal como los llama Lacan. Se trata aquí también de un fantasma. Entonces, mejor que decir que no hay fraternidad para el psicoanálisis -corrijo un poco- es mejor decir que no hay fraternidad sostenible. No hay fraternidad que pueda reivindicarse y constituir así un colectivo. Salvo si se limita la fraternidad, que es lo que hace el psicoanálisis- a un resto de fraternidad que consiste en reconocer la singularidad absoluta de cada uno. Cada uno es singular y cada uno tiene algo para decir. He aquí el principio fundamentalmente democrático del psicoanálisis. No hay ningún ser parlante que no tenga algo para decir. Entonces, consecuencia política también, nadie está autorizado a hacer soportar lo insoportable a otro. Sobre todo, en nombre de una supuesta superioridad que le otorgarían sus creencias. No pueden aducirse creencias para hacer soportar lo insoportable al otro.

Rechazo de la fraternidad – Forclusión del sujeto

Vuelvo entonces al discurso del capitalista. Su astucia -Lacan dice que es un discurso astuto- consiste en asimilar, identificar el rechazo de la fraternidad -en lo que concuerda con el psicoanálisis- con la forclusión del sujeto. El discurso del capitalismo -que se sostiene también en la ciencia- confunde entre los dos rechazos, el de la fraternidad y el del sujeto, lo que iresponsabiliza radicalmente al sujeto sobre el modo en que trata al otro. Esto, de todos modos, no permite a cada uno hacer absolutamente lo que quiere. Es necesario, de todas maneras, cuidar su propia imagen, en lo que cada uno depende de los otros, ya que uno mismo es uno de los elementos del mercado. Depende de los otros, pero la constitución del objeto no depende de su relación con  otro. Es así como comprendo que el discurso del capitalismo es a la vez un lazo -ya que Lacan  lo llama discurso- y, al mismo tiempo, no hace lazo. Continúa siendo un discurso -ya que el valor de cada uno depende del valor que le dan los otros- y no hace lazo, porque el valor de cada uno es establecido de por el cálculo de su valor en el mercado. Y, en consecuencia, no hay lugar para el sujeto en el discurso del capitalismo, para la alteridad, para el otro. Entonces, como ya lo he dicho, a este discurso del capitalismo el psicoanálisis responde por el síntoma. Se lo quiera o no, cada sujeto hablante tiene un síntoma. Tiene varios, pero fundamentalmente tiene uno. Y allí donde el discurso del capitalismo responde por la producción de los objetos “gadget”, el psicoanálisis pone de relieve ante todo la insatisfacción que genera la apropiación del objeto -lo que Lacan enunciaba diciendo que el discurso del capitalismo no hacía sino reforzar la falta de gozar-. Finalmente, no es el objeto que se posee el que nos hace gozar -devaluado a partir del momento mismo que se lo adquiere- sino el próximo que compraremos. Lo que nos interesa ahora es el “iwatch”, no interesan ya los “iphones” sino los “iwatch”. Es en eso que consiste la sed de la falta de gozar. En este punto el psicoanálisis responde a la falta de gozar, imposible de calmar, por un goce que se encuentra bien presente: el goce del síntoma, siempre singular. Y que, por supuesto, tiene relación con lo que cada uno tiene para decir y que no sabe cómo decirlo, ya que justamente el síntoma lo sobrepasa y el sujeto no se reconoce en él.

Caída de los ideales – Discursos identitarios

Tenemos, entonces, por un lado el discurso del capitalista y el del psicoanálisis, contemporáneo del discurso del capitalista, que parten del mismo punto, la caída de los ideales, y por otra parte una reacción violenta a la caída de los ideales. Al mismo tiempo que el capitalismo se extiende vemos desencadenarse en el mundo movimientos identitarios, que pueden tomar la máscara de la religión, pero no obligatoriamente. Como si fuera un enorme intento de sostener los ideales del lenguaje, de restaurar de un cierto modo el discurso del Amo. Intento de restaurar el discurso del Amo, pero, así me parece, de una forma que es propia a la época del discurso del capitalismo. Contemporánea del discurso del capitalismo, ya que la segregación que acompaña a esos discursos identitarios deviene muy dura, inclusive mortal. No estamos lejos en los discursos identitarios de la reducción del otro a un desperdicio, un residuo. No es sólo en los campos de concentración que se convierte al otro en un residuo. Tengo la impresión que la reacciones del discurso del Amo a las que asistimos actualmente son más una fetichización que un verdadero discurso del Amo. Fetichización de la identidad que no deja su lugar al otro, mientras que el discurso del Amo sí deja un lugar al otro. Entonces, entre esas reacciones de los discursos identitarios y el discurso capitalista, me parece que se puede prever el triunfo del discurso capitalista. Ya que es más verdadero en relación a la estructura. La fetichización del significante es una impostura respecto al lenguaje, es un disfuncionamiento, y no puede durar. En el discurso del capitalismo se encuentran esas dos verdades de las que he hablado, la inutilidad del lazo al padre y la inutilidad del lazo al hermano. Pero, además, está el fundamento del discurso del capitalismo, que es más verdadero que la creencia en un ideal. Finalmente, lo que constituye el fundamento del discurso del capitalista es la cifra. La cifra, en la que el cálculo del valor se funda. Y también aquí el psicoanálisis está de acuerdo. Efectivamente, no sólo las cifras hacen lazo, sino que las cifras son el lazo. Más que los ideales, que no son lazo. Los ideales aportan representaciones a los lazos, pero lo que hace el lazo son las cifras. Entonces, el psicoanálisis y el capitalismo se encuentran otra vez aquí, pero también se separan. La cifra hace antes que nada signo, signo de un goce singular para cada uno y cada goce es cifrado. A causa de ello creo que podemos anticipar que, si bien el discurso del capitalismo es astuto, experto, de una crueldad inigualada respecto al otro y al sí mismo, podemos anticipar que está destinado de todos modos al fracaso. Y ello a causa de que ignora y no puede sino ignorar, con su promoción del valor, la dimensión de signo. Y es esto lo que permite al psicoanálisis, finalmente, de permanecer en posición de recibir esa verdad que el discurso del capitalista deja a la espera. Lo hace respecto a la falta de gozar, que es ya una incomodidad, un malestar. Pero además, ya que la cifra no puede reducirse al cálculo, la cifra es un sufrimiento en tanto no es reconocida, en tanto no existe un lugar en el que pueda ser escuchada. Dicho de otro modo -y con esto concluyo- en el discurso del capitalismo el lazo no es inexistente, como en la psicosis, pero es negado. Se trata de una negación, de una falsa forclusión. Ciertamente, hay una forclusión del sujeto -es Lacan quien lo ha dicho y no voy a contradecirlo- pero no hay, ya que los sujetos del discurso del capitalismo son sujetos hablantes, no puede haber forclusión de cifra.

Capitalismo, nominación, forclusión

 Por lo tanto, ya que la cifra es lo que hace el nombre de cada uno, en el discurso del capitalismo si bien hay forclusión del sujeto, no hay -así me parece, es una hipótesis- forclusión del nombre, de la función de nominación. Nominación necesaria para que un objeto pueda ser a la vez distinguido y valorizado. Es así que me explico la diferencia entre el fuera de discurso de la psicosis y el discurso sin lazo del capitalismo. En la psicosis existe efectivamente forclusión, forclusión del Nombre del Padre, Lacan lo ha desarrollado en múltiples ocasiones. Pero en el discurso del capitalismo no hay forclusión del nombre, sino un nombre que como cifra queda a la espera, a causa de la forclusión del sujeto. Soy consciente que este tema requiere ser desarrollado. ¿Cómo es posible la forclusión del sujeto sin forclusión del nombre, es esto conceptualmente posible? Pienso que esta hipótesis es sostenible, justamente porque pienso que el lazo en el capitalismo no está forcluído, está negado, está presente como negado. Y es a partir de allí que me explico las últimas observaciones de Lacan a propósito del futuro del discurso psicoanalítico. Decía Lacan que finalmente no podrá impedirse que los gadgets devengan síntomas. Dicho de otra manera, que la singularidad de lo que hace la cifra de cada uno, su síntoma, es inevitable a partir del momento en que hablamos, ya que estamos todos marcados de de un modo singular por nuestra aprehension por la lengua y que aún hoy esta singularidad busca decirse. Es esto, inclusive, lo que nos hace hablar. Hablaré de esto mañana, pero se trata de lo que da su ocasión al psicoanalista de poder devenir el interlocutor de aquello que, más allá de la reivindicación de la falta de satisfacción y de la sed de la falta de gozar pide ser escuchado. Inclusive en el discurso del capitalismo, cada uno quiere ser escuchado. Y creo que esto deja toda su chance al psicoanálisis, y quizás más que antes, contrariamente a lo que algunos piensan. A condición, evidentemente, de que sepamos hacer escuchar a nuestros interlocutores que estamos dispuestos a escucharlos. Dicho de otro modo, que sepamos acoger de una manera adecuada ese sufrimiento, sin condenarlo. Terminaré por una observación discretamente polémica. En tanto tratemos en nombre del psicoanálisis a esos sujetos como pobres débiles mentales del capitalismo, enteramente atrapados en su sed de gozar, enceguecidos por sus alienaciones a los objetos, si adoptamos esa posición de desprecio poca gente, en efecto,  vendrá a confiarnos su sufrimiento -y los comprendo-. Y es verdad que el sufrimiento de hoy no es el sufrimiento de la época de Freud. Clínicamente, el sufrimiento por la falta de acceso al partenaire adecuado es el sufrimiento de la época de Freud. El sufrimiento de la época de Freud era el sufrimiento por la caida de los valores paternos, de la célula familiar, de la moral sexual .Y el sufrimiento de la actualidad ha cambiado. Se trata siempre de un sujeto que quiere hacer escuchar algo que no sabe cómo decir, pero que toma otras formas. Se trata de la sed de la falta de gozar, el hecho de que el objeto no permitirá nunca al sujeto decir quién es. Me siento tentado de decir que el psicoanálisis se halla sólo en sus inicios, está tan sólo comenzando, pero que la responsabilidad de los psicoanalistas se encuentra por entero en esta cuestión.

(*) La división del texto en partes y los nombres de cada una de ellas son responsabilidad del traductor